Me centro en echarle un vistazo a mi alrededor, y me doy cuenta de, a lo que cualquiera llamaría una-cama-llena-de-papelajos-desordenados, yo lamo mi-mundo-casi-entero-reflejado-en-papeles-y-en-peequeñas-cosas. Empiezo a coger, poco a poco y de uno en uno, cada objeto encima de mi cama, de los cuales he sacado de mi caja especial en un momento nostálgico con la necesidad de recordar y volver a sentir algo en concreto, pero a la vez sin querer. Cada cosita que cojo, me transporta a un lugar relacionado con ello, cada uno siendo distinto y con sentimientos y pensamientos distintos.
Comienzo cogiendo las diminutas llaves que no solo abren la puerta de mi casa de veraneo, sino también la de mi libertad y mi fuerza, mi madurez y mi autoconfianza que por fin este último verano se han unido llenándome más, haciendo mi "yo" un poco más útil.
Continúo con las postales recibidas de mis amigos, indicando que se han acordado de mí y de mi apasionante afición de coleccionar postales, sobretodo de sitios curiosos. Leo lo escrito por detrás de cada una de ellas, en la mayoría contando su magnífica estancia estancia en el determinado lugar.
Y para finalizar, llego hacia las tarjetas y cartas escritas por mi cumpleaños. Mis ojos, ordenados por mi corazón, rápidamente encuentran tu carta, pero mi mente se reprime a ello y lo obstaculiza para que no se interponga en mi camino, por lo cual mi corazón no gana la batalla de la fuerza y mis manos llegan a ella. La apartan del resto, como si quisieran aislar esos momentos de los demás.
[Continúo leyendo el resto de las cartas.]
Mi corazón no aguanta más, y decide por fin volver al causante de mi malestar de ojos, tu carta. Sí, el causante, debido al exagerado tiempo que estuve con la mirada fijamente en ella, que solo ellos me demostraron. La cojo, y la leo con más rapidez que con el resto, solo fijándome en las palabras que destacan. Porque sé que no me hace falta leer cada una de ellas escritas ahí para estar atenta, porque creo que me la sé ya de memoria, de la cantidad de veces que la he leído.
Empiezo a sentirme confusa y mareada, viendo como mi habitación, de repente, cada segundo se convierte en un lugar en el cual ya he estado en estos últimos 5 meses y medio. Cada uno distinto a los anteriores, pero en todos aparece la misma persona. Todo esto se hace familiar, hasta que me doy cuenta de que esa persona eres tú. Que es por ti la cual mi cabeza está llena de cosas significativas y abstractas, que es por ti por qué me duele la vista.
Agito mi cabeza de un lado hacia el otro con la esperanza de salir de ese fotograma lleno de imágenes. Necesitaba estar varios segundos con ellas, pero no más, porque sino podría afectar mi grado de añoranza.
Abro bien los ojos y me vuelvo a sentir segura y protegida por estas cuatro paredes, donde nada entra si yo no quiero. Porque es mi espacio. Donde yo decido qué entra y qué sale.
Mi mirada se dirige a la esquina derecha de mi cama, donde se halla tu carta marginada del resto, doblada y girada boca abajo, para que solo se vea la parte blanca de atrás del papel, evitando las palabras escritas, evitando recordar momentos.
Escucho el ligero tic-tac del despertador, que me hace elevar la mirada hacia ello y darme cuanta de que se me está haciendo tarde. Solo el despertador diría las horas que he perdido ahora mismo. Guardo las cositas de nuevo en mi caja de cosas especiales, empezando por aquel papel doblado en la esquina de la cama. Reservándolo al fondo de la caja, donde solo yo pueda encontrarlo, al igual que lo que representa en mí.